La Vigilia Pascual es la más solemne de todas las celebraciones y se caracteriza por la abundancia de símbolos. En la Catedral se vivió a pleno.
La ceremonia comenzó con el templo colmado de gente y a oscuras. El primer momento fue la liturgia de la luz, en la que de un nuevo fuego se encendió el Cirio pascual, símbolo de Cristo. Una gran vela donde figura el año 2017, la cruz, el alfa y el omega. De esa vela se prendieron las demás, de a una, en representación de los contagiados por el Señor. Toda la iglesia, aunque oscura, se llenó de esas tenues luces que salieron del mismo sirio.
Durante el encendido del cirio pascual /C. Bellocq
Durante el encendido del cirio pascual /C. Bellocq
Los celebrantes se acercaron al frente y el P. Juan González entonó el pregón pascual. Luego se sucedieron las lecturas, que en esta fecha hacen un recorrido por toda la historia de la salvación. Lectura, salmo y oración, así siete veces. A esta altura las velas estaban apagadas y el templo estaba otra vez en tinieblas.
Las velas se encendieron de a una /C. Bellocq
Las velas se encendieron de a una /C. Bellocq
Entonces se vivió un momento especial: todas las luces de la catedral se encendieron y los presentes cantaron el Gloria mientras sonaban unas campanas que con su repique acompañaron la alegría del momento.
La octava lectura ya fue del Nuevo Testamento, y a continuación el coro convocado por el Ministerio de Música entonó unas palabras que no se escuchaban desde hacía 40 días y que ahora adquirieron valor pleno: “¡Aleluya, Aleluya, es la fiesta del Señor, Aleluya, Aleluya, el Señor resucitó!”
Testigos de la resurrección
Tras la lectura del Evangelio (Mc 16, 1-8), el Card. Daniel Sturla dio comienzo a la homilía, donde se refirió a la “nueva creación” de la que todos somos partícipes gracias a la Resurrección del Señor.
Explicó que en esta Vigilia se vivieron tres liturgias -la de la luz, la de la palabra y la bautismal- y se detuvo en cada una de ellas. Con respecto a la última, indicó: “Por el Bautismo somos liberados del pecado, del mal y de la muerte (…). En el Bautismo somos hechos nuevas creaturas. Tenemos que celebrar el día de nuestro Bautismo como una verdadera fiesta de nuestro nacimiento”.
Asimismo, el Arzobispo invitó a todos a renovar sus compromisos bautismales -lo harían poco más tarde- y a comprometerse más con Jesús.
La resurrección es una señal clara de esperanza y a eso se refirió también el Card. Sturla cuando dijo que “Cristo no movió sólo la puerta del sepulcro, sino que quiere hacer caer todas las barreras que nos remuevan de nuestros pesimismos”. “El cristiano sabe que tras toda la noche viene la luz”, agregó.
“Esta sociedad necesita que seamos testigos de la resurrección de Jesús”, dijo el Card. Sturla. Y pidió: “Que todos podamos experimentar que el Señor nos ama y nos hace salir del sepulcro. Que lo experimentemos también como un desafío de llevar a otros la alegría de la Pascua”.
Aleluya, Aleluya
A continuación tuvo lugar la liturgia del bautismo, por la que se bendijo el agua y se roció a los fieles. Luego todos renovaron sus promesas bautismales. Tal vez con mayor devoción lo hicieron quienes ocupaban los primeros bancos del lado derecho de la nave central, que estaban revestidos de blanco. Eran del Camino Neocatecumenal y celebraban en esta Vigilia el culmen de un proceso y el comienzo de una nueva etapa.
Ante las preguntas por la fe, la respuesta era cantada y más realista que el tradicional “sí, creo”: esta vez se respondió “Sí, creemos Señor, pero aumenta nuestra fe”.
La Misa continuó como de costumbre, dominada por la luz y la alegría. Los cantos acompañaron en este sentido. El Padre Nuestro, el saludo de la paz, la comunión; en todo momento se vieron rostros de alegría, que se convirtieron en sonrisas, abrazos y felicitaciones una vez que se entonó el canto de salida, después del “¡Demos gracias a Dios, Aleluya, Aleluya!”